jueves, 13 de febrero de 2014

Albada de Aragón

Recuerdo cuando hace apenas dos años no quería ir, la simple idea de saber que tenia que meterme en el coche durante tres horas para ir al pueblo me asqueaba, y ahora es lo único que tengo en la cabeza. Mi pequeño gran paraíso, mi remanso de paz. El mejor lugar para perderme en mi misma y descubrir pequeñas cosas que ni sabía que sentía. Aunque ahora no será lo mismo, me falta una parte esencial, a pesar de que sigue presente en cada piedra, en cada árbol, en cada granito de arena.
Y él, que no pude ni imaginarme que acabaría haciendo brotar tallos verdes en un paraje yermo, me devuelve un poco de cada paisaje, es como una bocanada de aire frío, ese que te revuelve el pelo y te congela la nariz, ese que me gusta, que me hace sentir viva. Ese que se cuela hasta los huesos aunque intentes hacer todo lo posible para que no suceda. Pero sucede, y te gusta más de lo que quieres admitir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario