martes, 18 de febrero de 2014

El Aguante

Esto es un juego, de cartas o dados, como prefieras, pero que sepas que conozco tus jugadas, sé cuando haces trampas y las fichas que escondes. Puedes seguir así si quieres, pero que sepas que esta partida la gano yo.

jueves, 13 de febrero de 2014

Albada de Aragón

Recuerdo cuando hace apenas dos años no quería ir, la simple idea de saber que tenia que meterme en el coche durante tres horas para ir al pueblo me asqueaba, y ahora es lo único que tengo en la cabeza. Mi pequeño gran paraíso, mi remanso de paz. El mejor lugar para perderme en mi misma y descubrir pequeñas cosas que ni sabía que sentía. Aunque ahora no será lo mismo, me falta una parte esencial, a pesar de que sigue presente en cada piedra, en cada árbol, en cada granito de arena.
Y él, que no pude ni imaginarme que acabaría haciendo brotar tallos verdes en un paraje yermo, me devuelve un poco de cada paisaje, es como una bocanada de aire frío, ese que te revuelve el pelo y te congela la nariz, ese que me gusta, que me hace sentir viva. Ese que se cuela hasta los huesos aunque intentes hacer todo lo posible para que no suceda. Pero sucede, y te gusta más de lo que quieres admitir.

viernes, 7 de febrero de 2014

El calor del amor en un bar

La verdad es que no sé que poner, qué escribir o qué sentir. Las cosas se agolpan, pero no del mismo modo que antes, ya no me asfixian, ahora me hacen sonreír. He conseguido deshechar todas aquellas cosas que hacían brotar mis lágrimas, he aprendido a transformarlo en enseñanzas, en esos pasos que me han llevado a la felicidad. Hubo una época en que creía que lo era, me ponía una careta y salía a la calle, actuaba y si lloraba decía que era de alegría. Jamás mentir se me había dado tan bien. Era de aquellas mentiras que solo el que las pronuncia conoce qué parte de ellas son verdad y qué mentira. Todo era mentira. Lloraba porque me daba lástima a mi misma, y ni tan siquiera quería darme cuenta, apartaba los ojos del espejo repitiéndome que todo pasaría y que las sonrisas volverían a ser reales. Y ya lo son. Ahora no puedo evitar enseñar los dientes cuando estoy frente un espejo, arrugando los ojos, sin ningún tipo de careta o maquillaje en el rostro, notando todas ráfagas de viento surcando mis poros. Y me encanta. Jamás había estado tan bien conmigo misma y no cambio esa sensación por nada. Nunca.